28 de abril
Otra perspectiva
Espero que disfrutes su lectura tanto como yo su escritura. ¡Que sea una semana con muchos aprendizajes!
Aprovecha la oportunidad
La realidad es tu arena de entrenamiento.
Prepárate para enfrentar un mundo adverso. Todos los días, prácticamente todo el tiempo.
No es una novedad. Es que así son las cosas. La realidad presenta toda clase de obstáculos a nuestro progreso. Vivir es sinónimo de lucha, forcejeo constante. Ver la vida bajo esta óptica es lo mejor que podemos hacer.
Cuando nacemos todo empieza. Dar el primer respiro es una lucha, la primera de una serie que no terminará hasta el último aliento—que también es la última lucha.
Interpreto la realidad como una arena de entrenamiento de la que nunca salimos, pues el objetivo no es librarse de ella, sino aprender a estar en ella. Cada situación es una prueba. Cada persona en el camino puede ser una barrera o un trampolín, eso depende de ti.
En ningún momento fuiste consultado sobre si querías o no pertenecer al selecto grupo de personas que está en la arena de entrenamiento—casi 8 mil millones. Todos los días se incorporan nuevos luchadores, muchos otros se van. Cuando dejan de existir no desaparecen del todo, dejan una esencia, dejan nuevas formas de enfrentar los desafíos de la arena. Ese conocimiento es utilizado por otras personas para lidiar con las adversidades.
Inconscientemente, todos somos parte de la arena de los demás. Somos el desafío para nuestro vecino, el impulso para nuestros amigos. El rol que nos toca jugar en la arena de cada quien va a cambiar a lo largo del tiempo. En gran parte, ese rol nos lo asignan, así como nosotros tenemos la capacidad de asignar un rol a las personas que son parte de nuestra arena.
Dado que se trata de una decisión, a quienes hoy percibimos como nuestros enemigos podemos cambiarles el rol por el de amigos o, simplemente, conocidos. ¿Qué rol consideras que debas asignarle a cada persona para que sea más fácil la interacción?
Cada rol que asignas viene aparejado con un conjunto de actitudes que determinarán la calidad de cada interacción. Con tus amigos y conocidos tenderás a ser amable, con tus enemigos buscarás distancia o confrontación, por ejemplo.
Cambias el rol, cambias tu comportamiento hacia la persona.
Estoy tratando de llegar a la conclusión de esta analogía.
La arena de entrenamiento—la realidad—representa una oportunidad para desarrollar el potencial con el que naciste. Cada situación—cada persona—es fuente de información que afectará la forma en la que trataremos a la siguiente. Las pruebas que enfrentas en la arena—las adversidades—no son otra cosa sino posibilidades para refinar tu capacidad, para construir versiones más cercanas a tu potencial.
Es una buena noticia cuando tus planes se ven frustrados, cuando el ascenso se lo dan a otra persona, cuando recibes un diagnóstico que no esperabas. La arena está haciendo lo suyo, te está dando la oportunidad de que hagas lo tuyo.
El propósito al que debemos tender es a realizar nuestro potencial, acercarnos a él tanto como podamos. Tu realidad te impulsa a lograrlo todo el tiempo.
Pon atención.
El cambio consciente
Cambia el orden de tu rutina. Hazla flexible.
¿Cuántas veces has creado meticulosamente una rutina que luego termina en el olvido? ¿Qué falló? ¿Qué pudo haber sido diferente?
Llevo algún tiempo tratando de descifrar cuál es la fórmula ideal—la receta secreta—para una rutina que sea sostenible. Pase lo que pase, aún las mejores pensadas han caído en la monotonía. A principios de este año incorporé un componente en la mía.
Lo llamo el cambio consciente.
Después de pasar un tiempo tratando de descifrar exactamente qué era lo que fallaba con mis rutinas—sobre todo las matutinas—determiné que la monotonía en la que me hacían caer estaba minando la efectividad que podían tener. Como todo en la vida, iniciaba cada una con energía que tendía a decrecer en la medida en que se va volvía estática. Hacía falta romper con eso, incluir algún tipo de dinamismo.
Fue entonces que hice un reajuste sencillo: cambié conscientemente el orden en el que hacía cada actividad durante una semana. A la semana siguiente volví a cambiarlo y a la siguiente también.
Por ejemplo, así se veía mi primera semana luego de levantarme:
- Darse regaderazo para despertar
- Tender la cama
- Hacer ejercicio
- Bañarse
- Escribir en diario
- Meditar
- Desayunar
La segunda semana se vio así:
- Darse regaderazo para despertar
- Tender la cama
- Escribir en diario
- Meditar
- Hacer ejercicio
- Bañarse
- Desayunar
La tercera semana fue idéntica a la primera. El simple hecho de incluir ese cambio en el orden de las actividades—conscientemente planeado—hizo la diferencia. Incluso facilitó la tarea de levantarme de la cama, pues sabía que iba a hacer algo distinto a la monotonía que estaba acostumbrado.
Los resultados que buscamos se alcanzan cuando trazamos rutinas que somos capaces de seguir. Dejamos de seguirlas, precisamente, cuando el peso de la costumbre las vuelve aburridas.
Le he llamado cambio consciente porque es un ajuste premeditado, una modificación que tiene un propósito claro: el mantenerme con las ganas necesarias para poder cumplir con cada actividad que tengo planeada.
Puedes incorporar esto en tu rutina. La única precondición, claro está, es que tengas una rutina sobre la cual aplicar el cambio consciente. Si aún no la tienes, sería muy bueno que empieces por planearla. Es más, te ofrezco 20 minutos de mi tiempo para ayudarte a hacerlo.
Desde hace varios años planeó, sigo, ajusto y experimento con distintas rutinas para lograr mis objetivos. He aprendido algunas cosas que podrían funcionarte.
No eches esto en saco roto. Toma acción hoy y ya no lo pospongas más.
Apuesto a que tienes alguna meta por cumplir, algún objetivo que solo podrás alcanzar con la consistencia que una buena rutina puede inducir.
Atender la causa
Los malos hábitos se van con estrategia.
Existe un número de actividades o situaciones que queremos evitar. Unas porque sabemos que no nos traen un bien, otras porque no nos gustan. La forma más común de lidiar con ellas es arrancándolas de tajo de nuestras vidas, o tratando de hacerlo. En el mejor de los casos, este método logrará reducir las veces en las que caemos, pero se convertirá en una lucha constante.
Hay un camino distinto, uno más estratégico. Estos comportamientos podrían ser equiparados con una adicción. Si bien sus consecuencias no son tan catastróficas, en el largo plazo pueden dejarte insatisfecho con la vida en general, con todo el tiempo desperdiciado en actividades basura.
Para evitar caer en comportamientos no deseados es necesario identificar los estímulos que los inducen.
Por ejemplo, si estás buscando disminuir el tiempo que pasas en redes sociales en tu teléfono, el problema no es tu teléfono ni las redes. Más bien, el uso que les das es un síntoma de no tener claridad sobre lo que quieres hacer con tu tiempo. También pudiera ser el caso de que sí posees esa claridad, pero no cuentas con la motivación para empezar.
Bajo ambos escenarios, si eliminas tus redes sociales estarás atendiendo únicamente el síntoma, no la causa. Eso ocasionaría que cada vez que tengas un rato de ocio sientas la necesidad de abrir tus redes sociales y acabarás abriéndolas de nuevo, tarde o temprano.
Un mal hábito solo puede ser reemplazado por uno bueno. El mejor de los hábitos es hacer todas esas actividades que te acercan más a tu propósito.
Sería diferente si empezaras a cuestionarte qué es eso que estás posponiendo, cuál es tu propósito. No creo que nadie haya venido a este mundo a pasar horas frente al celular todos los días.
Si tienes alguna noción de cuál es tu propósito—lo que quieres hacer en esta vida más allá de respirar, trabajar, pagar deudas, casarte y morir—entonces te recomendaría seguirla. Planea conforme a eso.
Tus ratos de ocio no serán los mismos y reforzarás un buen hábito.
La mayoría de los comportamientos que queremos evitar—los malos hábitos—no se producen en el vacío. Su presencia es efecto de algo más. Es necesario estar consciente de aquello que sabemos nos hace daño, pero, más importante aún es poder identificar qué combinación de insatisfacciones, miedos, preocupaciones nos están orillando a ese comportamiento.
Haz una lista de los malos hábitos que quieres eliminar. Busca cuáles son sus causas. Elige un buen hábito que puede sustituir a cada uno, y que también vaya en línea con tu propósito.
El comportamiento que quieres está cerca. Trata de ser un poco más estratégico al lidiar con tus malos hábitos.
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