11 feb | Tendencia al ideal
Estamos rodeados de ideales. Algunos más posibles que otros.
Todo lo que hacemos, lo que somos, lo que queremos, se ve influenciado por la constante búsqueda del ideal. No hacemos otra cosa más que tender hacia ellos.
Hay ideales que nos motivan, otros que no. Algunos son más efectivos en mantenernos ‘tendiendo’—de otros nos desenganchamos rápidamente.
¿Hay más de un ideal para algún determinado fin? ¿Cuál es el ideal ‘ideal’? ¿Aquel al que se puede llegar más rápido? ¿Más fácil? ¿Más ‘completo’? ¿Puede un ideal no ser completo?
El ideal mejor es al que se puede tender con seguridad.
Esa seguridad no es otra cosa que una sensación subjetiva de confianza y certeza en que el avance—la tendencia—al ideal es el camino correcto. ¿Por qué subjetiva? Porque no se trata de otra cosa más que un impulso de la conciencia que activa la mente y pone el cuerpo en movimiento.
Avanzar hacia el ideal requiere movimiento. Sin este no hay tendencia.
Se conecta el ideal con el impulso, con la mente, con el cuerpo, con el movimiento, con la tendencia que lleva al ideal. Y se vuelve a desencadenar este proceso cada vez que se trabaja hacia el ideal, no importa lo pequeño o grande de este: lavarse los dientes, escribir un libro, contestar un mensaje, dar un consejo.
La vida es un incesante avanzar entre ideales, descartando unos y eligiendo otros—avanzando en unos y contemplando otros.
Eso sí, llegando a ninguno. Tendiendo, siempre tendiendo.